La ensoñación, evocación y olvido
- Madeline Mendieta
- 21 ago 2023
- 8 Min. de lectura
Adiós Macondo 1984
-primera de 3 entregas-
La Adivina lanza el tarot, la baraja le anuncia a la consultante La torre, el girofante, doce de bastos, el colgado, la rueda de la fortuna, el caballero de copas, la emperatriz, el ermitaño, la muerte. En el silencio del público, las cartas anuncian los cambios en un futuro inmediato, o como Pilar Ternera durante la peste del Insomnio, tiraba las cartas en pasado para que los pobladores de Macondo recordaran quiénes eran. Un soplo poético y trágico flota.

Mientras los acordes envuelven al público en una ensoñación, la pitonisa les advierte que Adiós Macondo 1984 los mantendrá en una vigilia expectante como nos dice la obra Cien años de Soledad: “En ese estado de alucinada lucidez no solo veían las imágenes de sus propios sueños, sino que los unos veían las imágenes soñadas por los otros”. una parálisis del sueño del cual queremos despertar, porque esta obra no se trata del realismo mágico de Márquez, sino del boom que estalló en un país de Centroamérica, llamado Nicaragua, el cual desde 1984 vive una pesadilla aún estando despiertos.
Cuando Visitación, la india guajira que cuidaba a los pequeños Amaranta, Arcadio y Rebeca, reconoció en los ojos brillosos de ésta última la peste del Insomnio, la familia Buendía lo tomó con mucha gracia “así nos alcanzará la vida” dijo José Arcadio. “la india les explicó que lo más temible de la enfermedad del insomnio no era la imposibilidad de dormir, pues el cuerpo no sentía cansancio alguno, sino su inexorable evolución hacia una manifestación más crítica: el olvido”.
Los estudios sobre neurología nos indican que la crisis del sueño o conocido como insomnio, nos puede afectar la memoria al mediano y al largo plazo. La memoria, es el cúmulo de recuerdos que guardamos y que nos evocan una emoción, un sentimiento del pasado. Es decir, la memoria está ligada a sentimientos que se quedaron anclados en el tiempo.

Adiós Macondo 1984, es la más reciente obra de Lleca Teatro, cuyo dramaturgo y director Mick Sarria una vez más expone su expertise en el metalenguaje y el intertexto, es decir hilvana un diálogo entre el cuerpo, la palabra, la imagen, el signo y el símbolo, creando así una “rara quintaesencia” que puede incomodar, perturbar y estremecer al público.
En esta primer acercamiento, tomaremos tres elementos presentes no solo en la obra de teatro, sino en el realismo mágico como una técnica de narración del boom latinoamericano, estos son: la ensoñación, la memoria y el olvido. En el tercer capítulo García Márquez nos contagia de la peste del insomnio que afecta durante un buen tiempo a Macondo, tal como mencionó Visitación la vigilia perpetua desencadenaba en un olvido que a su vez llevaba a los afectados a perder su identidad, tal como sucedió con su pueblo aborigen. José Arcadio Buendía, decidió colocar pequeños papelitos para nombrar las cosas, pero esto no fue suficiente y luego tuvieron que indicar para qué servían los objetos, porque la pérdida de sueño llevó a que la memoria empezara a fallar.

Nicaragua, tan violentamente dulce, vivió una guerra civil, una transición democrática en los años 90´y a partir del año 2006 Daniel Ortega, la única figura de liderazgo que ha tenido el partido Frente Sandinista, regresó al poder y violando los artículos constitucionales se ha reelegido y nombrado a su esposa Rosario Murillo en el gobierno hasta la fecha. En abril del 2018, la población se sublevó ante la golpiza que militantes del partido arremetieron contra un grupo de ancianos jubilados que protestaban por la reforma a la ley de pensiones. La pesadilla apenas empezaba.
Cinco años han transcurrido en un contexto sombrío para todos los nicaragüenses, incluyendo al régimen que cada vez carga con más sanciones, desprecio de la población, una militancia disminuida y el aislamiento de la comunidad internacional.
¿Pero, qué tiene que ver esto con la obra Adiós Macondo? Tal como se mencionó al inicio la obra fluctúa entre la evocación de un pasado donde todos recordaban quiénes eran antes del cataclismo social que dejó cercenada las familias que pedían justicia con afiches con los nombres y de sus hijos quienes fueron acribillados por una dictadura feroz. Igual que la novela, no solo colocaban los papeles para recordar objetos sino se leían las cartas del tarot con Pilar Ternera para recordarse a sí mismos quiénes eran.

En el ensayo la poética de la ensoñación Gastón Bachelard nos dice que “La imagen poética nueva —¡una simple imagen! — llega a ser de esta manera, sencillamente, un origen absoluto, un origen de conciencia”. Mick Sarria es un hacedor compulsivo de imágenes, en la mayoría de sus obras es muy característico que contrapone imágenes que suelen repelerse y al mismo tiempo complementarse. Adiós Macondo no es la excepción. La obra, los textos y diálogos conformados por versos del poeta leonés Enrique Langrand, son pinceladas que enmarcan el cuadro o la composición hiperrealista en cada uno de sus planos secuenciales. Se nota la influencia del cine y la pintura. Pero en este tema que nos compete, la imagen teatral que nos ofrece todo un espectro onírico que perturba porque no hay líneas entre la ficción, el sueño, la ensoñación, lo perturbador de real o lo real maravilloso.
¿Es una obra que retrata de forma literal la obra de Gabo? Definitivamente no. Sin embargo, los guiños que hace Sarria a la obra se asemejan a la metáfora de El viejo y el Mar de Hemingway, éste se lanza con arpón a la misma para someterla a su propio lenguaje, a su reinterpretación y la lleva al campo del cuerpo teatral o más bien de la palabra al cuerpo poético. El recurso de la peste del insomnio parece envolver al público porque luego de ver Adiós Macondo, les aseguro que no durmieron a pierna suelta porque la obra sacude, incomoda nos lleva al sufrimiento de los actores.
Bachelard nos afirma: “La imagen sólo puede ser estudiada mediante la imagen, soñando las imágenes tal como se reúnen en la ensoñación”.
En este punto, ¿qué es la ensoñación? El mismo autor responde: Los sueños y las ensoñaciones, los ensueños y las ilusiones, los recuerdos y la rememoración son otros tantos índices de la necesidad de poner en femenino todo lo que hay de envolvente y de dulce más allá de las designaciones demasiado simplemente masculinas de nuestros estados de alma”.

En Adiós Macondo, la ensoñación está concentrada en los personajes femeninos, la pitonisa inicia leyendo el tarot, pero igual que Márquez, Sarria juega con lo atemporal, es decir no sabemos con certeza si este personaje nos predice el futuro si hace un flashback al pasado para que no olvidemos quiénes éramos antes del estallido de abril del 2018, qué soñábamos antes de la guerra de los 80’ derrocar una dictadura familiar, los sueños del Che Guevara y la revolución cubana.
Una voz femenina inunda el foro, ¿no sabemos quién es? Si es nuestra memoria hablando en voz alta, si son esas mujeres que no rescata la memoria histórica porque no todas están llamadas a ser heroínas. En este sentido, esta voz que entra y sale entre escena y escena nos lleva a la evocación de ese pasado/presente que regresa abre heridas, supuran los traumas que se cuelan como bocanadas de un aire denso que nos paralizan y pululan nuevamente los olores a muerte.
Nos dice Bachelard: “cuando las palabras salen para él del fondo mismo de sus sueños, ¿cómo no habría de ser sensible a la rivalidad entre lo masculino y lo femenino que descubre en el origen de la palabra? Ya, por el género de las palabras que los designan, el sueño y la ensoñación se anuncian como distintos”.
Un hombre yace, y unos diminutos cuerpos, que son manipulados por otros cuerpos cubiertos con bolsas plásticas, trepan por el moribundo y lo van palpando. La poética de la ensoñación, según Bachelard nos aclara que “Las imágenes y los conceptos se forman en esos dos polos opuestos de la actividad psíquica que son la imaginación y la razón. Entre ellas juega una polaridad de exclusión”.

¿Cómo juega la imaginación y la razón en esta poderosa imagen? Con la dialéctica teatral, pero no para cuestionar la escena sino para descifrar la misma. ¿Es el coronel Aureliano Buendía fusilado y sus descendientes lo atormentan en el umbral de la muerte? ¿El Che Guevara que tumbado sus víctimas reclaman su cuerpo en señal de justicia? ¿Son los más de cien mil jóvenes que los usaron de carne de cañón en la guerra contras versus sandinistas? ¿Son los demonios que nos acechan? o la tortura de las manos criminales que están empapadas de sangre? ¿Son los muñecos de un ritual de vudú del cual pagamos un karma que solo se soltará con la oración y el cuerpo como cordero de sacrificio?
Nuevamente la voz idílica en el cuerpo de una actriz que esta vez se sienta frente a una máquina de escribir teclea y una guitarra estridente sentencia las siguientes escenas. Sostenemos que la carga de evocación poética o la ensoñación la tienen los personajes femeninos, en yuxtaposición con lo masculino que en la obra representan el olvido. La mujer como metáfora de la memoria frente al olvido. La evocación de lo femenino se confronta con la realidad del ideal masculino, el héroe, el coronel, el gitano que ofrece baratijas y espejos, el sacerdote que está recluido y representa además “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, el cuerpo como objeto de tortura y sacrificio.
“El inconsciente murmura sin cesar y escuchando esos murmullos oímos su verdad. A veces esos deseos dialogan en nosotros —¿deseos?, ¿recuerdos quizás, reminiscencias hechas de sueño inconclusos? Gastón Bachelard, en la poética de la ensoñación nos vislumbra desde la fenomenología de lo onírico que lo “real maravilloso” retratado por los autores del boom latinoamericano, en particular la novela Cien años de Soledad que es la novela que Sarria la toma como un pretexto para mostrarnos que las utopías y los sueños inconclusos no son más que oscuros recuerdos para los reclutas de la guerra en los años ochenta, un revoltijo de plomo, carne y huesos putrefactos que regresaban en camiones IFAS y eran recibidos por los brazos quejumbrosos de las madres, hermanas, hijas, las mismas madres que cubrieron sus cabezas con pañuelos blancos y deambularon en la plaza de mayo pidiendo justicias, las mujeres que encendían los fogones en los frentes de guerra, las que cargaron igual de Antígona el cadáver de sus familiares, las que marcharon en las calles de Nicaragua gritando los nombres de las víctimas.
Esas gargantas desgarrada en la obra se convierten en una apacible voz en off que, frente al público en trance, los magnetiza y los lleva a un estado de duermevela. Bachelard dice que no podemos pensar en la memoria sino desde lo femenino “Al pensar en nuestra lengua materna —¿acaso podemos vivir ensoñaciones en otra lengua que está confiada a la ʺmurmurante memoriaʺ?

Adiós Macondo, no solo es una “murmurante memoria” representa la vigilia perpetua desde los ojos de las mujeres que enmudecidas ante el dolor no ofrendan a sus hijos, familiares como corderos de sacrificio, en esta ocasión tienen en sus manos la baraja, la cruz y las palabras con ellas tejerán con paciencia de Penélope la mortaja para quienes desde impunidad cercenaron las juventudes de muchas décadas. Ellas, aunque tengan los ojos hambrientos de descanso, sus manos castigarán la vieja máquina de escribir porque este sueño o pesadilla no tiene principio ni fin. Trasnochadas evocan el sueño de visitar las tumbas en silencio, mientras el olvido será igual que en Macondo una peste que tendrá su fin, cuando todos los ciudadanos recuperen sus recuerdos, coloquen en su lugar cada una de las sonrisas y la torturante pesadilla incineradas para esparcir las cenizas desde la cumbre de un campanario. Así lo predice la baraja.
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