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El recuerdo, un animal que muerde

Un año de nuestra partida, las maletas siempre pesan.



La ciudad está en mí como un poema

Que no he logrado detener en palabras.

Borges

 


La compuerta del avión se cerró, desde la cabina inicia el conteo para el despegue. Mi pecho todavía está inquieto, han sido semanas de espera, ansiedad e incertidumbre. Estas son las emociones que se viven en Nicaragua desde hace muchos años, ansiedad e incertidumbre.


Cada historia es única, a veces compartimos similitudes cuando se vive en sociedades que la disfunción familiar, los conflictos, la violencia es lo más común que la armonía, la fraternidad y el desarrollo. Nicaragua, ha vivido desde su “independencia” de conflicto en conflicto, entrecomillo la independencia porque tener un título de “República”, no hace una nación independiente, aunque los expertos en leyes e historia digan lo contrario, a la fecha y no hemos alcanzado, ni siquiera por asomo a una independencia económica, social, emocional. Somos una nación codependiente de otras potencias, que siempre han metido sus imperialistas narices para decirnos cómo manejar nuestra política. Aunque es determinante para lo que les compartiré a continuación, dejo hasta aquí el tema socio político para no desvía su atención.


Emigrar para cada persona es diferente, todos tienen sus razones, nadie deja su país, su gente, sus lugares, su cultura para sentirse invisible en otra. Si hay algo que compartimos todos los que emigran es insertarse en poblaciones con una densidad poblacional de millones, como es el caso de Estados Unidos o algunos países de Europa donde están dispersos más de 874,641 nicas estamos fuera del terruño según las cifras del Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados, ACNUR, estas cifras son tomadas desde el año 2018. Sin embargo, en diferentes momentos las migraciones de nicaragüenses han sido masivas contaré algunas. En 1972 año que el terremoto destruyó Managua, muchas familias perdieron sus casas, negocios y salieron del país para buscar otras perspectiva. En 1979 cuando el Somoza dejó el país y el Sandinismo tomó el poder posteriormente durante la guerra entre contras y sandinistas miles huyeron de ese conflicto buscando refugio.


Llegamos a Miami a eso de las 10:00 am, digo llegamos porque viajé con mi hija menor en ese entonces de 15 años, estuvimos casi 3 horas varadas porque como es normal un aguacero impidió que las maletas de los distintos aviones pudieran descargarse y allí estábamos en una sala como frigorífico un centenar de personas que nos impacientaba salir de esa obligada espera. Mi cuñada y sobrina preocupadas porque no respondía el teléfono, no sabían qué había pasado, hasta que al fin nos encontramos en la salida. El encuentro con mi hermano fue muy emotivo teníamos 6 años de no vernos, aunque durante la crisis en Nicaragua, a través del WhatsApp nuestra cercanía fue permanente. En casa de mi hermano, todo es espiritual, su hogar lo han construido en base a la fe, a la dedicación de edificarla. Me llevó a la iglesia donde están congregados y realmente quedé impresionada. La cantidad de personas que asisten, la intensidad de la conexión de miles de los concurrentes que cada domingo buscan su propia paz. Miami es una ciudad de intensidad, se siente ese Caribe que irradia, pero de igual manera llueve mucho y los huracanes son cosa seria por esos lados.


Con mi cuñada, planeamos reencontrarnos con nuestra madre y hermana en California. Así que quince días después estábamos todos por primera vez celebrando en casa de mi hermana todos los cumpleaños, días de la madre y el padre, las graduaciones, bautizos, bodas y tantas cosas que durante cuatro décadas no tuvimos. Mi madre emigró en los años 80´ pese a varios intentos de querer reunirse con mi hermano menor y yo, los deseos quedaron plasmados en tarjetas que recibíamos en cumpleaños y navidades con la promesa que pronto estaríamos juntos. Mucho tiempo después ese deseo al fin se cumplió.

La separación familiar es un duelo del que muy poco se habla.  No crecer con la familia siempre tiene secuelas. Los padres cargan culpa y los hijos un enorme vacío que tu niño interior no comprende sino hasta que te toca ser padre, quieres romper el ciclo y crece un árbol de roble en tu interior que crece para que tus polluelos emprendan vuelo desde ramas firmes.


Mi hijo mayor tenía que salir sí o sí del país, Nicaragua no es un lugar seguro para jóvenes. Regresaba mi hijo de una práctica de fútbol con un amigo de él, se estacionaron en la motocicleta y yo desde la ventana miré la siguiente escena: Una patrulla de la policía se detuvo al mismo tiempo que los muchachos, ambos bajaron un mientras una mujer policía interrogaba a mi hijo el otro le pedía documentos al conductor de la moto. Sentí que mi flujo sanguíneo hervía, los vasos sanguíneos de mis mejillas se dilataron cambiando mi cara de blanca palidez a un enrojecido furia. Salí y pregunté: ¿algún problema oficial? -Usted qué es de este muchacho? Me preguntó la mujer policía-soy su mamá- ¿aquí vive él? -sí, allí está la dirección en la cédula. Mi hijo rápidamente intercambió miradas conmigo y me dijo: Mamá no pasa nada, tranquila. -Me conoce lo endiabladamente arrecha que suelo ser en situaciones como ésta-Voltee al otro lado y miré como mi hermano que vivía a la par de mi casa, salía con su cara descompuesta, también he visto la furia de él cuando la ira se ha apoderado de él. También preguntó: ¿qué pasaba con los muchachos? Respiré, pero tenía el teléfono listo para filmar, no aguanté mas y fui a la calle para preguntar por qué los revisaban. Nunca dieron explicaciones. Mi hijo se acercó y me pidió mi teléfono para que su amigo llamara a su papá, así lo hizo, se fue el muchacho escoltado por una patrulla con policías y antimotines. Ese día tomé la decisión que teníamos que irnos. Mi hijo salió primero en mayo 2023.


Hoy 17 de agosto, cumplimos un año de estar en ese valle californiano, en San Bernardino las montañas sonríen todas las mañanas que salgo a mi caminata mientras observo los jardines del vecindario multicultural, los distintos olores cuando paso por cada bloque o cuadra como decíamos allá, la gabacha (gringa) que siempre está regando sus flores y al pedirle un ramo que había cortado para tirar a la basura respondió muy atenta, el sesentón que se ejercita en su bicicleta armado de casco y lentes oscuros, los asiáticos que caminan como muñequitos de futbolín, la mexicana de retaguardia voluptuosa que saca a pasear a sus bulldogs francés, el peluquero hablantín, el egipcio con turbante de la liquor store, los armenios barbones de la tienda de abarrotes, los árabes donde compramos café y especies, el chico hindú del 7 Eleven son los nuevos puntos de referencias que voy hilvanando en esta ciudad tan ajena, lejana, distinta que voy reconociendo en sus calles y autopistas. Que en la carrera que todos llevan en este país, he logrado conectarme con mi paz, pero también desaparecemos, todos los millones de migrantes que tienen desde sus primeros ancestros se invisibilizan pese a que gran parte del engranaje económico lo ha movido esas manos. Eso de alguna forma te da cierta tranquilidad, en un país de 6 millones y medio de habitantes como Nicaragua, todos estaban conectados unos a otros, tenemos familiares ricos y pobres, que hasta cierto punto divierte, pero también limita a que estemos pendientes de la vida del otro.

 


La conexión emocional es decisiva. Siempre que viajaba, me daba cuenta del capital que uno acumula durante los años de relaciones profesionales, en mi caso artísticas. Hoy más que nunca puedo ver los frutos que de manera espontánea vamos cultivando. Reencontrarme con la poetada es un valor agregado a esta nueva aventura: en Miami hablar con el poeta Zen Jorge Eduardo Argüello quien tenía la noble intención de introducirme con los escritores que residen allá. Acá en California, Alain Pallais poeta y traductor, el matrimonio de Marina Moncada poeta y su esposo el compositor nica Adán Torres, quienes a su vez me han presentado al grupo literario MayDay que lidera el escritor nica Iván Figueroa a quién conocí en Managua en una de sus tantas visitas, él me contactó a su vez con Ramón Barbieri un gran caballero y gestor cultural, conversar con el poeta Juan Carlos Vílchez mi ex compañero de la Junta Directiva de PEN; compartir el concierto de Luis Enrique Mejía en el restaurante Portobanco con mis estimados Ana Cecilia Hooker y Joseph Wyman activistas como muchos perseguidos, tuvieron que huir; pero mi felicidad fue rebosante al reunirme con mis queridos entrañables Carlos M. Castro y Alejandra Sequeira, mis amigos de proyectos, performances, perdidas, encuentros, despedidas y bienvenidas. Esa semana fue muy corta para lo mucho que queríamos platicar hasta que rayara el Alba y teníamos que correr a las actividades del día.

 

He tenido múltiples trabajos desde que empecé mi vida laboral, siendo colaboradora en la primera revista que tuvo La Prensa, S.A (hoy en el exilio) la cual se llamaba “Los muchachos de la prensa”, luego trabajé de: recepcionista, secretaria, vendedora, asistente de gerencia, asistente de relaciones públicas, bibliotecaria, maestra, tallerista de escritura creativa, promotora de lectura, formulación y gestión de proyectos, he pecado hasta de workaholic. En este país mientras mi situación legal se normaliza, he limpiado casas, he hecho jardinería, caregiver (cuidadora de adultos mayores) y en cada labor que realizo me olvido de quién fui algún día, sin dejar de ser quien soy, disfruto cada tarea porque me enseña a despojarme de egos que cargamos en nuestra mochila emocional y lo único que aporta es que la carga sea más pesada.




Cuando emigramos, la vida cabe en una maleta y tu ego es un lastre. Por tal razón como dije al inicio cada historia tiene matices diferentes, puedo expresar que he sido afortunada, muy afortunada y este escrito es para agradecer:  en primer lugar, a toda la familia, sin excepción que ha sido incondicional conmigo, su apoyo económico, emocional, moral que nos han guiado como lazarillo en esta nueva etapa de nuestra vida. A mi primo hermano Bayardo quien la está luchando en Los Ángeles y nos encontramos en una fritanga de un viejo amigo de la familia Tony Hurtado; a la abuela María de Jesús Ochoa, quien me ha mostrado la misericordia de Dios y nos alberga en su hogar, al Pastor Aurelio y su esposa quienes oran y piden por nuestra familia. A los amigos que salieron antes que nosotros, por darme el acompañamiento, soporte de toda índole en especial al matrimonio de Raúl Aguilar y Lucila Rodríguez, a mi amigo Alain Pallais, Mick Sarria por tu terquedad e insistencia que tenía que salir del país. A quienes huyeron al exilio y me dieron pautas para conectarse con los trámites legales y el proceso a seguir, Olga Valle, Diego Barberena chavalos activistas y solidarios; Raúl Valdivia, el máster en documentos migratorios; al padre de mi hija quien estuvo y está pendiente de cada paso que dimos. A todos aquellos que, con sus llamadas, sus palabras, sus buenas vibras y deseos van llenando el buche de mi fortaleza, la templanza y la disciplina de levantarme cada mañana en un país que no es el mío, pero me ha recibido con un inmenso cielo rodeado de hermosas montañas, con su agreste paisaje pisado de historia, con sus contradicciones, burocracia pero que me ha surtido de lo más básico que un ser humano requiere para desarrollarse: agua, sol, aire, amor y libertad.

 


 
 
 

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